martes, 12 de abril de 2011

Se jodió otra vez, Zavalita

¿En qué momento se jodió el Perú?, preguntaba nuestro amigo Santiago Zavala, una pregunta que mas de uno se ha hecho como consecuencia de las elecciones presidenciales que atravesamos.¿En qué momento nos jodimos nosotros? Como yo mismo escribía al acabar de leer este libro de Vargas Llosa: No es mas que una crónica del hombre resignado a ser peruano. Tenemos pues, los nacidos aquí, ese arrojo sartreano de dejarnos llevar por lo que la mediocridad nos depare. Llegó el 10 de abril y pude ver el entusiasmo apagándose uno a uno, como yendo a que los maten todos fueron a votar por el que les parecía "menos mal". Todos aventados al inexorable destino de participar en un momento de la historia en que podríamos decir: el Perú aquí se jodió, y pensar entonces que nosotros nos habíamos jodido antes que el país, que somos del todo responsables, que no estábamos tan arrojados a poner a una nación entera entre un latente peligro para la democracia y una presidenta fantoche de un líder sin escrúpulos ni moral. Quién ha de decir que lo obligaron si al fin y al cabo el poder es del pueblo, un pueblo con dificultades, metas y pasiones conjuntas. Haga cada uno una retrospectiva de su historia, volteen y vean a su estancia, a su gente y díganme si se nos parece aquel militarcillo adinerado con una ignorancia marcada o aquella niña que vivió siempre en un cuento de hadas. Pero quién tiene mas culpa: ¿los que nos toman el pelo diciendo que son los que "queremos" elegir, o nosotros que a sabiendas arrojamos al Perú a su ruina?
Cada uno de nosotros, los nacidos aquí, sabemos que no falta mucho para que el terror vuelva a tocar nuestra puerta, nuestra economía, nuestra libertad. Entonces, cuando ya nada se pueda remediar pensaremos de nuevo: ¿Aquel fue el momento en que el Perú se jodió? Pues no lo creo. El Perú se pudo haber derrumbado muchas veces pero se jodió en el momento en que olvidamos la función de la historia: preservar el pasado para no cometer los mismos errores en el futuro, Zavalita. Nos jodimos nosotros cuando pensamos que lo que antes pasó no vuelve a pasar, que somos gente diferente, que tendríamos un país distinto al que nuestros padre tantas veces tiñeron de rojo, Zavalita. 
"El Perú jodido, Carlitos jodido, todos jodidos", es irónico que una novela de hace mas de tres décadas nos tenga que recordar que lo hemos hecho mal. Llevar el tercermundismo sobre los hombros no es una excusa para las deficiencias nuestras: una elección con once partidos, ni un solo candidato aceptable en toda magnitud. Somos un país tercermundista que abriga en sus entrañas mas riquezas de las que las potencias imaginarían, un país subdesarrollado que se desborda de artistas y científicos de genialidad inigualable; ¿no es irónico acaso? Las cosas ocurren por algo, pero no mas de una vez. No aprendimos de los errores de los padres y estamos hoy aquí, poniendo dura la cara para aguantar el azote que se acerca; no pudimos olvidar solo por un día que el Perú estaba jodido. Jamás supimos cuándo, ¿es eso?, acaso inventamos estos cinco años o diez o mas, que se avecinan, para tener una respuesta cuando nuestros hijos, los Zavalita, nos pregunten ¿en qué momento se jodió el Perú?

viernes, 7 de enero de 2011

"Freddo"

Primero un ladrillo, aquel, ¿recuerdas? En el que inscribimos nuestro odio tan cariñoso. Nombres infinitos ¿recuerdas? O es muy gruesa esa caoba de aquel cajón, las cerraduras de bronce o la mortaja aquella, que no permiten que tus recuerdos se materialicen. Tu dulzura se ha hecho de mármol, tu amor de cuarzo, tu corazón de hielo, y tú... amor de mis mañanas, te harás polvo eventualmente. ¡Ay de mi! No puedo morir, a la mierda la inmortalidad, a la mierda este bullicio, prefiero tu silencio, tu vacío agusanado, tus ojos de oquedad dantesca. Al final del día está esa casa inmensa, aquella mansión de sentimentalismos que construimos juntos: yo amando y tu escapando, quizá; quizá detestándonos, pero sin querer irnos de este mundo tan nuestro, tan Nosotros.
Nos quedamos solos ¿recuerdas? Pero no nos importo, nos cubrimos en una esfera de poemas entremezclados, en un montón de pinturas dejadas fluir por Nix, nuestra diosa de bohemias. Estabas tan ebria ¿lo recuerdas, cierto? Claro que no, ¡si estabas hecha un trapo cuando lo dijiste! Salió de tus labios rojos como un disparo de mosquete: sin control y lacerante. Dijiste entonces: "Si, claro que sí, te amo".
Pero hoy yaces muerta, fría, inerme ante estos golpes del hado cruel. Fue Él, ese ludópata empedernido que lanzó los dados para ver que ignominia lanzaba esta vez sobre mi espalda inmortal. ¿Cómo sucedió? ¿Lo recuerdas? Llovía, llovía mucho, como a diario por estos días en este pueblito brasileño; llovía, y en portugués las precipitaciones caían con mas fuerza: "Chuba". Llegué empapado, con los ojos rojos, tan fuera de mí, ¡malditos amantes del azahar humano! Cuánto los odio, pues aunque fue esta mano la que contra ti atentó, este puñal el que penetró tu carne, estos ojos que te vieron desangrar, son ellos -¡ellos!- los que te han asesinado, y los que me vuelven a castigar. Amor, si despertaras que feliz sería; si pudiera irme contigo al menos, estaría tan bien. Pero ya no hay posibilidades, ¿me recordarás? Al despertar a donde te vayas, quien sea que te reciba - Arriba o abajo, da igual - te hablará porquerías de mi, preferiría que no me recuerdes. Si pudieras ver a estos tontos aglomerados en torno a las poleas que hacen descender tu ultima cama, son tan libres, ellos podrán verte quizá, yo jamás. Esa cama en la que no me tendrás jamás, no sabes cuanto la odio. Emperador grandísimo -¡grandísimo embustero! - aléjate de mi.