viernes, 7 de enero de 2011

"Freddo"

Primero un ladrillo, aquel, ¿recuerdas? En el que inscribimos nuestro odio tan cariñoso. Nombres infinitos ¿recuerdas? O es muy gruesa esa caoba de aquel cajón, las cerraduras de bronce o la mortaja aquella, que no permiten que tus recuerdos se materialicen. Tu dulzura se ha hecho de mármol, tu amor de cuarzo, tu corazón de hielo, y tú... amor de mis mañanas, te harás polvo eventualmente. ¡Ay de mi! No puedo morir, a la mierda la inmortalidad, a la mierda este bullicio, prefiero tu silencio, tu vacío agusanado, tus ojos de oquedad dantesca. Al final del día está esa casa inmensa, aquella mansión de sentimentalismos que construimos juntos: yo amando y tu escapando, quizá; quizá detestándonos, pero sin querer irnos de este mundo tan nuestro, tan Nosotros.
Nos quedamos solos ¿recuerdas? Pero no nos importo, nos cubrimos en una esfera de poemas entremezclados, en un montón de pinturas dejadas fluir por Nix, nuestra diosa de bohemias. Estabas tan ebria ¿lo recuerdas, cierto? Claro que no, ¡si estabas hecha un trapo cuando lo dijiste! Salió de tus labios rojos como un disparo de mosquete: sin control y lacerante. Dijiste entonces: "Si, claro que sí, te amo".
Pero hoy yaces muerta, fría, inerme ante estos golpes del hado cruel. Fue Él, ese ludópata empedernido que lanzó los dados para ver que ignominia lanzaba esta vez sobre mi espalda inmortal. ¿Cómo sucedió? ¿Lo recuerdas? Llovía, llovía mucho, como a diario por estos días en este pueblito brasileño; llovía, y en portugués las precipitaciones caían con mas fuerza: "Chuba". Llegué empapado, con los ojos rojos, tan fuera de mí, ¡malditos amantes del azahar humano! Cuánto los odio, pues aunque fue esta mano la que contra ti atentó, este puñal el que penetró tu carne, estos ojos que te vieron desangrar, son ellos -¡ellos!- los que te han asesinado, y los que me vuelven a castigar. Amor, si despertaras que feliz sería; si pudiera irme contigo al menos, estaría tan bien. Pero ya no hay posibilidades, ¿me recordarás? Al despertar a donde te vayas, quien sea que te reciba - Arriba o abajo, da igual - te hablará porquerías de mi, preferiría que no me recuerdes. Si pudieras ver a estos tontos aglomerados en torno a las poleas que hacen descender tu ultima cama, son tan libres, ellos podrán verte quizá, yo jamás. Esa cama en la que no me tendrás jamás, no sabes cuanto la odio. Emperador grandísimo -¡grandísimo embustero! - aléjate de mi.

No hay comentarios:

Publicar un comentario